Por: Angela Delgado Figueroa
La delgada línea entre el uso y el abuso
Una chica llamada Ana oyó decir a sus padres que su hermano había perdido el apetito debido a un medicamento que estaba tomando. Como ella quería bajar de peso, de vez en cuando le robaba unas pastillas. Pero para evitar que sus padres la descubrieran, se las empezó a pedir a un amigo que las tomaba por prescripción médica.
Ahora la pregunta es ¿por qué recurren muchos a los fármacos? Hay tres razones.
La primera, porque están al alcance, a veces en la propia casa. La segunda, porque muchos creen que usarlos sin receta médica no es un delito. Y la tercera, porque pudieran parecer inofensivas en comparación con las drogas. Quizás podamos pensar que si a los niños se los recetan, es porque no hacen daño.
Cuando los fármacos se emplean bajo supervisión médica, sin duda contribuyen a mejorar la salud o incluso a salvar vidas. Pero si se consumen indebidamente, resultan igual de nocivos que las drogas. El abuso de estimulantes, por ejemplo, puede ocasionar insuficiencia cardíaca o convulsiones. Hay productos que pueden disminuir el ritmo respiratorio hasta causar la muerte, y algunos también podrían tener efectos fatales al combinarse con otros medicamentos o con alcohol.
La farmacodependencia se caracteriza por el uso continuado y compulsivo de sustancias sin razones médicas, pese a los efectos nocivos o el riesgo de sufrir algún daño. La falta de control y la obsesión con los fármacos son señales de adicción.
Si se usan por razones indebidas o se exceden las dosis, ciertas sustancias actúan como las drogas, es decir, estimulan el centro del placer del cerebro y generan una ansiedad compulsiva.
La farmacodependencia empeora la situación y causa consecuencias como: aumento de estrés y aumento de depresión, deterioro de la salud y de las funciones normales del organismo, así como adicción.
Un paciente que da buen uso de las fármacos sigue las instrucciones de su medico en cuanto a la dosis, la forma y el horario de las tomas. Con respeto a los fármacos de venta libre, hay que hacer lo mismo: usarlos solo cuando sea necesario y seguir con cuidado las indicaciones que aparezcan en la etiqueta del producto.
Se pasa la línea del uso al abuso cuando se modifica la dosis, se ingieren medicinas de otras personas, se toman sin razones médicas o de manera inadecuada. Por ejemplo, algunas pastillas deben tragarse enteras a fin de que el ingrediente se distribuya poco a poco por el organismo. Pero hay quienes alteran este proceso triturando o masticando las pastillas, o pulverizándolas para inhalarlas o disolverlas en agua y luego inyectarse la solución. Aunque esto puede potenciar los efectos, quizá también sea el primer paso hacia la adicción o, lo que es peor, hacia la muerte.
He aquí algunas recomendaciones, sobre el uso correcto de los fármacos recetados:
1. Siga al pie de la letra las instrucciones.
2. No aumente ni disminuya la dosis sin consultar al médico.
3. No suspenda el tratamiento por su propia cuenta.
4. No triture ni parta las pastillas a menos que se le indique.
5. Fíjese si los efectos secundarios le permitirán conducir o realizar otras actividades.
6. Averigüe las reacciones que pudieran producirse si se combinan con otros medicamentos o con alcohol.
7. Si en el pasado usó indebidamente alguna sustancia, infórmeselo a su médico.
8. No comparta medicamentos con nadie.Todos debemos tener cuidado en este tema, quizás sin darnos cuenta estamos pasando la delgada línea del uso al abuso.
La delgada línea entre el uso y el abuso
Una chica llamada Ana oyó decir a sus padres que su hermano había perdido el apetito debido a un medicamento que estaba tomando. Como ella quería bajar de peso, de vez en cuando le robaba unas pastillas. Pero para evitar que sus padres la descubrieran, se las empezó a pedir a un amigo que las tomaba por prescripción médica.
Ahora la pregunta es ¿por qué recurren muchos a los fármacos? Hay tres razones.
La primera, porque están al alcance, a veces en la propia casa. La segunda, porque muchos creen que usarlos sin receta médica no es un delito. Y la tercera, porque pudieran parecer inofensivas en comparación con las drogas. Quizás podamos pensar que si a los niños se los recetan, es porque no hacen daño.
Cuando los fármacos se emplean bajo supervisión médica, sin duda contribuyen a mejorar la salud o incluso a salvar vidas. Pero si se consumen indebidamente, resultan igual de nocivos que las drogas. El abuso de estimulantes, por ejemplo, puede ocasionar insuficiencia cardíaca o convulsiones. Hay productos que pueden disminuir el ritmo respiratorio hasta causar la muerte, y algunos también podrían tener efectos fatales al combinarse con otros medicamentos o con alcohol.
La farmacodependencia se caracteriza por el uso continuado y compulsivo de sustancias sin razones médicas, pese a los efectos nocivos o el riesgo de sufrir algún daño. La falta de control y la obsesión con los fármacos son señales de adicción.
Si se usan por razones indebidas o se exceden las dosis, ciertas sustancias actúan como las drogas, es decir, estimulan el centro del placer del cerebro y generan una ansiedad compulsiva.
La farmacodependencia empeora la situación y causa consecuencias como: aumento de estrés y aumento de depresión, deterioro de la salud y de las funciones normales del organismo, así como adicción.
Un paciente que da buen uso de las fármacos sigue las instrucciones de su medico en cuanto a la dosis, la forma y el horario de las tomas. Con respeto a los fármacos de venta libre, hay que hacer lo mismo: usarlos solo cuando sea necesario y seguir con cuidado las indicaciones que aparezcan en la etiqueta del producto.
Se pasa la línea del uso al abuso cuando se modifica la dosis, se ingieren medicinas de otras personas, se toman sin razones médicas o de manera inadecuada. Por ejemplo, algunas pastillas deben tragarse enteras a fin de que el ingrediente se distribuya poco a poco por el organismo. Pero hay quienes alteran este proceso triturando o masticando las pastillas, o pulverizándolas para inhalarlas o disolverlas en agua y luego inyectarse la solución. Aunque esto puede potenciar los efectos, quizá también sea el primer paso hacia la adicción o, lo que es peor, hacia la muerte.
He aquí algunas recomendaciones, sobre el uso correcto de los fármacos recetados:
1. Siga al pie de la letra las instrucciones.
2. No aumente ni disminuya la dosis sin consultar al médico.
3. No suspenda el tratamiento por su propia cuenta.
4. No triture ni parta las pastillas a menos que se le indique.
5. Fíjese si los efectos secundarios le permitirán conducir o realizar otras actividades.
6. Averigüe las reacciones que pudieran producirse si se combinan con otros medicamentos o con alcohol.
7. Si en el pasado usó indebidamente alguna sustancia, infórmeselo a su médico.
8. No comparta medicamentos con nadie.Todos debemos tener cuidado en este tema, quizás sin darnos cuenta estamos pasando la delgada línea del uso al abuso.
Debemos observar a nuestra familia para que ellos no se vean envueltos en esta enfermedad que puede llevar a la muerte.
